Quizá lo olvidé tras una puerta o se me escurrió entre las manos mientras pensaba qué tenía que hacer; quizá nunca llegó o se fugó mientras tendía la colada. Quizá y sólo quizá me atrape alguna tarde mientras preparo la cena o remiendo un pantalón. A lo mejor me quiere dar un susto y se ha escondido tras el sofá. Eso será, me huye y pretende que me vuelva loca pero no sabe que hace algún tiempo me prometí no agobiarme, o al menos no tanto, y que poco a poco voy aprendiendo.
El equilibrio se fue y no lo hecho de menos, era precario y de mala calidad.
Ahora quiero uno mejor, más risueño y relajado, más feliz y soñador, más acompañado. Ese es el que quiero y, si no, prefiero no tenerlo.
Una tarde de domingo me puse a pensar sobre la nueva rutina, su organización y los cambios por venir y decidí dejarlo ahí, para otro momento.
Feliz domingo a tod@s!
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